Monstruos.

(Puedes leerlo en silencio, con tus propios monstruos. O escuchando "Have a beer" de Bear McCreary)

Por fin me siento en la silla y tengo tiempo para cerrar los ojos. Me embriaga una sensación de vértigo y tengo que agarrarme a la mesa. No estoy en una montaña rusa, no existe ningún terremoto fuera de este lugar.

Existe espacios que son un mundo. Un mundo imaginario, que crea y despieza figuras a la par que pestañeas. La mente. En ella conviven seres, que creas, que destruyes, que evolucionan contigo. Una mañana puedes levantarte sabiendo que hay algo dentro de ti que te hace sonreír, una noche puedes desvelarte por haber destruido algún monstruo.

Monstruos. Seres. Piezas de tu puzle particular. Nadie dijo que los monstruos eran malos, nadie. Pueden dar dolores de cabeza o torturarte sabiendo que cada noche que cierres los ojos saldrán a por ti una y otra vez. Pero los monstruos no te tocan, sólo se ríen de tu poca iniciativa para salir hacia delante, derrotarlos. Porque te los imaginas así, llenos de odio. Como tú y como yo.

Sigo con los ojos cerrados, todo está oscuro. Os hablo de los monstruos pero no les estoy llamando, no vienen. Todavía no. Saben que ahora mismo estoy descontrolada, que pueden involucrarse en mis movimientos, hacer que realice una u otra acción. Lo saben y se aprovechan. Pero ahora no. Ahora quieren saber qué pienso de ellos. Porqué hago esto y porqué intento no ceder. Quiero sobrevivir. Soy más fuerte que ellos, me digo a mi misma.

He llegado a muchas conclusiones, he vuelto a deshacer mis hipótesis y de nuevo, he hecho nuevas historias en mi cabeza. Al principio ninguna me hacía abrir los ojos, tener el valor de mirarme al espejo. Por ello me fijé en los monstruos, su poder. El odio, el coraje y la emoción de hacer daño. Daño a uno mismo, también.

Ellos piensan que no soy como un monstruo, no como ellos. Que soy frágil, incoherente, desgraciada, despreciable… Pero no se dan cuenta de que cuando cierro los ojos a conciencia, asustada por el vértigo ⎯ por la emoción ⎯ soy mucho peor que ellos.

Existo realmente. Es lo único que nos diferencia. Yo puedo hacer daño físico, daño psicológico ⎯ mucho mejor que ellos: más fuerte y más romántico ⎯. La emoción recorre mis venas, parece que voy a caer. Una acción mejor ejecutada. Sin ser desdichada o lamentable. 

Quizás realmente no se llame vértigo.

Quizás soy el verdadero monstruo que desea salir.

Quizás sea el monstruo de alguien.


Comentarios

  1. Me gusta mucho el tema, y el tono ambivalente que le has dado a todo el texto. Pero sobre todo me encanta el final. Es algo en lo que yo también he pensado y en lo que sin duda escribiré.

    Hace poco leí sobre la necesidad de aprender a convivir y escucharnos a nosotros mismos, a no ignorar nuestros monstruos personales ni ahogarlos del todo porque, al fin y al cabo, son parte de nosotros. Pero sí debemos controlarlos. Mitigar sus acciones. Y si no, asumirlas como nuestras, con sus consecuencias.

    Quizás ser el monstruo de alguien no sea positivo, pero sí demuestra el impacto que podemos tener en el mundo. O en el mundo personal de alguien. Y eso, por lo menos para mí, no me parece algo para tomar a la ligera.

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