Cicatrices



Si tuviera que definir este año en dos palabras, serían ruptura e inestabilidad. Rupturas no sólo sentimentales, sino de cambios de vida, lugares, prioridades y actitudes. Inestabilidad en todos los ámbitos de mi vida. Tras un largo tiempo de tranquilidad emocional tuve que volver a aprender a convivir conmigo misma, mis taras y mis soledades. Mis autodestrucciones, pero también mis fortalezas e ilusiones.

¿Cuántas veces puede romperte la misma persona? ¿Hasta qué punto eres capaz de recomponerte y volver a ser el que eras? Quizás el mayor error sea dar tanto poder sobre mí a alguien, ceder tanto terreno. Pero cuando las cosas van bien, es tan reconfortante… que casi compensa las lágrimas y noches en vela.

A lo largo de los años he dado esa confianza, esos pedacitos ocultos de mí que necesitan ser queridos y aceptados, a no demasiadas personas. Con la primera decepción vinieron los primeros miedos e inseguridades, que hicieron de la persona tímida que ya era una aún más reservada.

¿Pero qué pasa si te quiebras a ti misma? ¿Cómo evitas que todo te afecte? ¿Cómo empiezas a reconstruirte? Si ya no puedes echar la culpa ni depender de nadie, si tienes que asumir que sólo estás tú para solucionar los problemas. Que tienes que ser suficiente. Suficientemente fuerte, autónoma, valiente para lo que venga.

Y confundí la fortaleza con dureza. Me volví recia, introspectiva. Y si te conviertes en alguien demasiado duro, acabarás siendo más frágil. Porque si algo de ti se rompe, se romperá lo demás.

¿Qué es lo que nos define? Yo ahora me siento frágil, con grietas. En la cuerda floja, mirando de reojo por donde vendrá la siguiente decepción y preguntándome si será el golpe definitivo. Estoy cansada de llorar, de sufrir, de esforzarme para nada. De no saber frenar a tiempo.

Pero también me siento segura. Tengo la seguridad de ir conociéndome más cada día, de no poner límites a lo que puedo o quiero hacer. De asumir lo que siento, aunque sea demasiado sentimental, pese a que no sea racional o lo correcto. No quiero perder oportunidades ni tiempo. Ni quiero darme por vencida.

Y al final soy una mezcla, un cúmulo de heridas graves en recuperación, de esas que tienen consecuencias: o acaban contigo o te hacen más fuerte. 
¿Y cómo saber cuántas seré capaz de cicatrizar?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Monstruos.

Del odio y sus derivas