Vínculos

Hace un par de semanas, una señora que no me conoce mucho me preguntó en un momento de “intensidad” que quiénes me habían hecho daño. Estábamos trabajando así que tras la sorpresa inicial le contesté algo de guasa para escurrir el bulto. Pero al poco retomé la conversación por una insana curiosidad. No era un momento muy adecuado pero me resulta difícil resistirme (¡ya sabes!) a hablar de sentimientos profundos e intensidades varias.

Como ella lleva muchos años trabajando allí y ha visto a muchos de mis compañeros desde evolucionar día tras día, estaba segura que habrá observado con atención cambios positivos, negativos y madurez tanto personal como profesional en todos nosotros. Y aunque sólo llevo tres meses aquí voy a incluirme porque hasta yo misma me veo un poco distinta.

Se notaba que tenía ganas de hablar, así que estuvimos charlando largo y tendido sobre mis compañeros más próximos (cosa que me encantó porque me dio otra perspectiva sobre algunos aspectos de ellos) y lo que veía en mí. Vale que es una señora un poco mística y no debería fiarme del todo, pero no sé por qué me transmite mucha ternura y simpatía así que me sentía relativamente cómoda con el tema.

De hecho, me dio bastante que pensar. Eso no es particularmente difícil porque tengo tendencia a rallarme y a darle mil vueltas a las cosas, pero sí hay algo concreto que me dijo y me impactó, y me gustaría compartirlo un poquito.

Que no sabe quiénes ni por qué me han hecho daño, pero que no debería cerrarme ni tener miedo a hacer vínculos a partir de ahora. Que mi entusiasmo, alegría y mis ganas son contagiosas y me juntase con las personas que supiesen valorar eso de forma positiva (que por desgracia, no son tantas como quisiera).

Vínculos. Probablemente no empleó esa palabra concreta, pero para mí es clave. Nunca he sido una persona muy simpática ni extrovertida, pero en cada una de las etapas de mi vida he conseguido rodearme de algunas personas que suman.

 Con algunas he sentido una conexión instantánea, casi mágica, que me permite confiar prácticamente desde el primer momento. Pero lo normal es fraguar las relaciones poco a poco, ir soltándome y mostrar trocitos de mí a medida que pasan los días hasta poder decir que realmente me conocen lo suficiente. Lo suficiente para considerar un amigo, un compañero de viaje, una pareja. Un vínculo real, en definitiva.

¿Cuántos vínculos irrompibles tienes? Yo me lo he preguntado también y aunque no son demasiados, sí me siento afortunada. Irrompible es una palabra muy categórica, lo sé, y quizás la consideres demasiado romántica. Pero me consuela mucho pensar que hay personas con las que sé que puedo contar pase lo que pase, esté donde esté. Da igual el tiempo que pasemos sin tener un contacto directo, da igual los errores que cometa o el camino que tome. Es lo maravilloso de los vínculos.

Aunque suene egoísta y contradictorio, algunos pueden producir y transmitir tanto dolor y preocupación que desearía prescindir de ellos. Sólo por un ratito. Lo prometo. Para que no me arrastren consigo y me dejen ser yo. Yo misma, sin depender de ellos. Ni de nadie.

Supongo que por mucho que esto pase, no debe ser tan malo si esta señora acertó de lleno. Aunque me cueste, aunque siga dolida, me hace feliz que alguien se de cuenta de que tengo algo bonito que aportar y compartirlo. Si me hace reconocer que me apetece descubrir más personitas a las que incluir como importantes y especiales. Y que me emocione al pensar que quizás, algunos vínculos ya se puedan estar formando.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Monstruos.

Del odio y sus derivas

Cicatrices